El desarrollo histórico
del pensamiento cristiano hasta el fin de la Edad Media puede ser resumido
en cuatro escenas sucesivas, cada
una de ellas dominada por una figura intelectual.
1ª.-
Para el pensamiento cristiano, desde
San Agustín a San Anselmo, el mundo se explica por la presencia
y la actividad de Dios en él. Los fenómenos de la naturaleza
se producen y son como realmente son porque Dios, creador y sustentador
de la realidad, en todo momento está queriendo que se produzcan
y sean. De ahí el ideal de sabiduría (con influencias neoplatónicas)
propugnado por SAN AGUSTÍN: la verdadera filosofía
y la verdadera religión son una misma cosa. La ciencia de las cosas
del mundo es de muy secundaria importancia, porque sólo en el interior
del hombre habita la verdad. De ahí también la consigna
central del sabio cristiano hasta comienzos del siglo XII: credo ut intelligam,
creo para entender.
1.
"Nisi credideritis, non intelligetis"
(si no creéis, no entenderéis). "Intellige ut credas,
crede ut intelligas" (entiende para creer, cree para entender).
- ¿Qué
relación entre razón y fe se desprende de estas dos
afirmaciones?
2. «Platón,
pues, añadiendo a la gracia y sutileza socrática en las
cuestiones morales la ciencia de las cosas divinas y humanas [...], y
coronando después estos elementos con una disciplina capaz de organizarlos
y juzgarlos, esto es, la dialéctica, se dice que sistematizó
la filosofía, como ciencia perfecta, de la que no es ahora tiempo
de discurrir. Para mi propósito, basta saber que Platón
sintió que había dos mundos: uno inteligible, donde habita
la misma verdad, y este otro sensible, que se nos descubre por medio de
los órganos de la vista y del tacto. Aquél es el verdadero,
éste el semejante al verdadero y hecho a su imagen; allí
reside el principio de la Verdad, con que se hermosea y purifica el alma
que se conoce a sí misma; de éste no puede engendrarse en
el ánimo de los insensatos la ciencia, sino la opinión».
(San Agustín, Del libre albedrío)
- ¿Qué
le atrae al cristiano San Agustín del pagano Platón?
3. «Dicen
que fue Platón el primero en dar nombre a las "ideas";
mas no por ser desconocido este nombre, no existían las cosas mismas
que él llamo ideas [...]. Porque son las ideas ciertas formas principales
o razones permanentes e invariables de las cosas, las cuales no han sido
formadas, y por esto son eternas y permanecen siempre en el mismo estado,
contenidas en la divina inteligencia. Y siendo así que ellas ni
nacen ni mueren, con todo se dice que está formado según
ellas todo lo que puede nacer y morir, y todo lo que nace y muere. Sólo
al alma racional le es dado el conocerlas con aquella porción suya
con que sobresale, es decir, la mente y razón, que es como cierto
semblante y ojo suyo, interior y espiritual». (San Agustín,
Sobre diversas cuestiones)
- ¿Qué
afirmación contenida en el texto no es propia de Platón?
2ª.-
Va cobrando importancia la realidad del mundo
creado y crece la confianza en la razón humana, incluso para explicar
los contenidos de la fe cristiana (lo que provocará en el s. XI
las disputas entre dialécticos y antidialécticos). Todavía
en la segunda mitad del siglo XI, SAN ANSELMO -del que destaca
la prueba de la existencia de Dios, llamada por Kant argumento ontológico-
dirá que la fe pide entendimiento (fides quaerens intellectum)
y que él quiere entender las cosas para creer en Dios (intelligo
ut credam).
4. «Así,
pues, ¡oh Señor!, tú que das la inteligencia de la
fe concédeme, en cuanto tú sabes que me es conveniente,
el comprender que tú existes, como lo creemos, y que eres lo que
creemos. Ciertamente creemos que tú eres aquello mayor que lo cual
nada puede ser pensado. Se trata de saber si existe una tal naturaleza,
porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios. Pero cuando
me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar nada
mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que entiende está
en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe. Porque
una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra que entienda
que la cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de antemano el cuadro
que va a hacer, lo tiene ciertamente en su entendimiento, pero no entiende
todavía que exista lo que todavía no ha realizado. Cuando,
por el contrario, lo tiene pintado, no solamente lo tiene en el entendimiento
sino que entiende también que existe lo que ha hecho. El insensato
tiene que conceder que tiene en el entendimiento algo por encima de lo
cual no se puede pensar nada mayor, porque cuando oye esto, lo entiende,
y todo lo que se entiende existe en el entendimiento; y ciertamente aquello
mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir en el solo
entendimiento. Pues si existe, aunque sea sólo en el entendimiento,
puede pensarse que exista también en la realidad, lo que es mayor.
Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existe
sólo en el entendimiento, aquello mayor que lo cual nada puede
pensarse es lo mismo que aquello mayor que lo cual puede pensarse algo.
Luego existe, sin duda, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado,
tanto en el entendimiento como en la realidad». (San Anselmo,
Proslogion, cap. II-III)
- ¿En
qué sentido se afirma que este argumento es "a priori"?
3ª.-
Clasicismo
medieval. A lo largo del siglo XIII se logra un razonable equilibrio
entre la razón y la fe. En torno al siglo XII reaparece en Occidente
a través del pensamiento árabe (Avicena, Averroes) y el
judío (Maimónides) la filosofía aristotélica.
Mientras que la orden de los FRANCISCANOS (San Buenaventura) se mantiene
fiel a la tradición platónico-agustiniana, la de los DOMINICOS
recoge este resurgimiento aristotélico.
Dos santos dominicos,
Alberto Magno y TOMÁS DE AQUINO, son los máximos
responsables de ese equilibrio entre razón y fe. Teniendo en cuenta
su poder absoluto, Dios puede hacer todo lo que en sí mismo no
sea contradictorio. Sin embargo ha creado el mundo de modo que los seres
de la naturaleza hacen lo que en virtud de su naturaleza propia están
ordenados a hacer. Salvo la producción de un milagro, este orden
subsiste y el hombre, por medio de su razón, puede conocerlo (ciencia).
De aquí que la razón pueda ejercer de forma autónoma,
sólo con un límite negativo: la verdad no puede ser contradictoria
y el criterio, cuando hay contradicción, viene dado por las verdades
de fe (el averroísmo latino, que defendía un aristotelismo
más radical, fue acusado de sostener la teoría de la doble
verdad: algo puede ser verdad filosóficamente aunque resulte falso
según la fe). Según Santo Tomás, ya que la razón
humana es débil, si una verdad de razón contradice a una
verdad de fe, podemos estar seguros que la pretendida verdad de razón
no es más que un error, y un posterior examen más detenido
así nos lo mostrará.
5. Las cinco
vías tomistas para demostrar la existencia de Dios son las
siguientes:
1)
Desde el movimiento del mundo hasta el motor inmóvil (inspirada
en Aristóteles, aunque éste la emplea para demostrar un
motor inmóvil para cada una de las esferas celestes).
2) Desde las causas subordinadas -eficientes- (causadas a su vez) hasta
la causa primera incausada (inspirada en Aristóteles y Avicena).
3) Desde la contingencia de mundo hasta el ser necesario (inspirada en
Maimónides).
4) Desde los grados de perfección en las criaturas hasta el ser
infinitamente perfecto (de inspiración neoplatónica).
5) Desde el orden del mundo (todos lo seres actúan por un fin,
incluso los irracionales), hasta la inteligencia suprema ordenadora.
- ¿Qué
tienen en común estos argumentos y en que se diferencian del
de San Anselmo?
4ª.-
La reaparición plena del aristotelismo
llevará a los franciscanos, y entre ellos a Duns Escoto
y Guillermo de Ockham (Ramon Llull es caso aparte), a hacerle frente.
Aristóteles es considerado peligroso (la postura de los averroístas
latinos -Siger de Bravante- es expresión de ello), porque si fuera
cierto que la razón puede conocer completamente la realidad, la
revelación y la fe serían superfluas. El siglo XIV, dominado
por la figura de OCKHAM (u Occam), representará la crisis
del pensamiento medieval.
En la mente de Tomás
de Aquino, Dios es ante todo inteligencia y razón infinitas, y,
en cuanto imagen y semejanza de Dios, el hombre es inteligencia y razón
finitas. Apartándose de esa opinión, e iniciando la antropología,
la ciencia y la ética modernas, Escoto y Ockham afirmarán
que lo primario y fundamental en Dios es la infinita e incondicional libertad
inherente a su potencia absoluta. En consecuencia es su libertad finita
y condicionada lo que más propiamente hace al hombre ser imagen
de Dios. Así se invierte la concepción clásica
aristotélica: ahora lo activo es la voluntad y lo pasivo
el entendimiento (la voluntad es espontánea, se desencadena de
suyo, no está a la espera de la noticia intelectual). Como testimonia
la experiencia del amor cristiano (que no es el eros griego), la
primacía corresponde a la voluntad, lo que abre la puerta a graves
sospechas acerca del alcance de nuestro conocimiento: una inteligencia
pasiva no puede conocer el ser del todo (en estas condiciones el infinito
no es pensable, reservándose así a la teología).
Consecuentemente el conocimiento no puede ser el fin de nuestra vida,
ya que es un proceso meramente natural en el que la cosa se impone al
sujeto. Sólo con la voluntad, que permanece siempre libre frente
a las cosas, se eleva el hombre frente a la naturaleza. Contra la antigua
concepción intelectualista, ya no radica la bienaventuranza en
la vida teorética, en la contemplación de Dios y de las
ideas divinas; la fe conduce al hombre más alto que el conocimiento:
el conocimiento no trae la verdadera unión con Dios, ésta
reside ante todo en la voluntad y en el amor.
Al acentuar la autonomía
y superioridad de la voluntad sobre el intelecto, Ockham eleva
el poder legislativo de la voluntad divina haciéndola casi arbitraria.
Tanto el orden moral como el natural dependen de la voluntad omnipotente
de Dios, que no es accesible al conocimiento racional (ruptura del
equilibrio entre razón y fe; aquí se encuentran las bases
filosóficas de la reforma protestante: LUTERO proclamará
que la razón esta pervertida sin remedio). Esta desconfianza hacia
la actividad de la razón, como medio de proteger a la fe, va acompañada
de una teoría nominalista del conocimiento. El primero y
auténtico conocimiento es el de la cosa particular; de esta experiencia
formamos en el alma copias o imágenes que son nuestros conceptos.
En cuanto universales, los conceptos no designan una nueva realidad, son
signos, convenciones de los hombres que únicamente representan
cosas particulares reales (teoría de la "suposición").
Con el realce dado a la experiencia interna y externa pone Ockham el
fundamento de la ciencia natural y de la psicología empírica
(empirismo británico) de los tiempos modernos. La ciencia no puede
dar respuesta a las cuestiones de la metafísica o de la teología,
éstas no son objeto del saber, sino de la fe. Tampoco la ética
puede tener fundamento racional, pues la bondad o maldad no dependen de
la acción misma, sino que de penden exclusivamente de la libre
voluntad divina, del querer no sujeto a ningún límite (salvo
al principio de no contradicción) de Dios.
A partir del voluntarismo
de Escoto y Ockham ¿cómo se tiende a entender el pensamiento
en su relación con la realidad que conoce? Comienza a entenderse
como un puro "espejo" de la realidad (este será
el campo en el que se mueva toda la filosofía moderna: el pensamiento
como especulación, como representación). La imagen que
hay en el espejo-pensamiento no es sólo parecida sino que es el
doble de la realidad que refleja; pero en cuanto reflejo, la imagen no
es propiamente real, sino lógica. La sospecha acerca del valor
cognoscitivo de nuestro pensamiento es ya imparable. Si el pensamiento
es puramente representativo, si sólo refleja la realidad, ¿quién
nos asegura que la realidad no queda así desfigurada, que el "espejo"
refleja fielmente la realidad? Todo el escepticismo posterior depende
de que el objeto pensado se tome como reflejo o representación
de la realidad (DESCARTES salvará esta duda recurriendo a las ideas
innatas y a Dios). Además sólo se puede reflejar la superficie
y nada más (el EMPIRISMO INGLÉS se conformará con
esta restricción y centrará su atención en la corrección
de los defectos del "espejo"; KANT intentará una justificación
radical de la especulación que supondrá la imposibilidad
de conocer la realidad tal como es en sí misma), mientras que en
el aristotelismo la inteligencia penetra la realidad, la conoce por dentro,
en su esencia. Al definir la verdad como la adecuación entre el
entendimiento y la cosa, se ha interpretado que esa adecuación
significa que la inteligencia copia la cosa, pero eso es así en
y desde Escoto, no en el aristotelismo.
En conclusión,
el hombre, en manos de una voluntad omnipotente y con su razón
debilitada, se ve alejado de Dios y de las cosas; los tiempos modernos
exigirán un nuevo esfuerzo de la razón para superar ese
aislamiento. Ese esfuerzo, iniciado por DESCARTES, partirá de ese
"yo" aislado, cuya razón refleja
o "representa" la realidad y cuya voluntad le impulsa
a dominarla.
6. «El
nominalismo representado por Ockham intentaba separar la fe de la ciencia;
en un principio con el propósito de favorecer a la fe y con una
tendencia escéptica hacia todo mero saber natural, mas con el tiempo
nacieron amplias corrientes que se adhirieron más bien a la ciencia.
En la dirección contraria (en la que cabe el racionalismo de Llull
y el misticismo de Eckhart) se intentaba penetrar íntegramente
la totalidad de los misterios de la fe con la luz de la razón natural.
Ambas tendencias se han prolongado en la Edad Moderna. Según esto
no es cierto, como de ordinario se supone, que la Edad Moderna haga causa
común con la Antigüedad contra la Edad Media, constreñida,
como quisieron muchos humanistas del Renacimiento, por la teología
y la religión». (Adaptado de: H. Heimsoeth,
Los seis grandes temas de la metafísica occidental)
|