Presocráticos
 
1. En estos tres textos faltan los nombres de los filósofos milesios a los que se refieren. Ponlos tú.

a) dijo que el principio y elemento de las cosas existentes era el ápeiron [indefinido o infinito] (...). Dice que éste [el principio] no es ni el agua ni ninguno de los llamados elementos, sino alguna otra naturaleza ápeiron de la que nacen los cielos y todos los mundos dentro de ellos. De donde las cosas tienen su origen, hacia allá tienen que perecer también, según la necesidad, pues se pagan mutuamente pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo. (Simplicio, Física, 24, 13-20)

b) de Mileto, hijo de Eurístrato, compañero de , dice, como éste, que la naturaleza sustante es una e infinita, mas no indefinida, como él, sino definida y la llama aire; se distingue en su naturaleza sustancial por rarefacción y condensación. Al hacerse más sutil se convierte en fuego y en viento, si se densifica más, a continuación en nube; si se condensa más se convierte en agua, luego en tierra, después en piedras y el resto de los seres surgen de estas sustancias. Hace también eterno al movimiento, por cuyo medio nace también el cambio. (Simplicio, Física, 24, 26)

c) La mayoría de los filósofos primitivos creyeron que los únicos principios de todas las cosas eran de índole material; pues aquello de que constan todos los entes y es el primer origen de su generación y el término de su corrupción, permaneciendo la substancia pero cambiando en las afecciones, es según ellos el elemento y el principio de los entes ["arché"]. Y por eso creen que ni se genera ni se destruye nada, pensando que tal naturaleza se conserva siempre [...]. Pero, en cuanto al número y a la especie de tal principio, no todos dicen lo mismo, sino que , iniciador de tal filosofía, afirma que es el Agua (por eso también manifestó que la Tierra estaba sobre el Agua)... (Aristóteles, Metafísica, I, 3, 983b,6)

  • Según este último texto de Aristóteles, ¿qué significa el término "arché"?

2. Orfeo y el Orfismo: ¿Qué concepción del hombre defiende el orfismo y por qué dan tanta importancia a la purificación del alma?

Según la tradición griega más común, Orfeo, natural de Tracia, era hijo de una Musa y del dios Apolo (o del dios fluvial Oiagro). Cantor y poeta de voz maravillosa, seducía, acompañado de su lira, a todos cuantos lo escuchaban ya fueran hombres, animales, árboles o piedras. Cuando acompañaba a los Argonautas en sus aventuras, su voz apaciguaba las tormentas; más poderosa que las ataduras de Ulises, su voz que protege contra el canto de las sirenas, seductoras de los marinos. Osos y leones se acercaban a lamerle los pies, los ríos retrocedían a su nacimiento para escucharle, las rocas se animaban y corrían a su encuentro. Todas las ninfas admiraban su talento y lo deseaban por esposo. Él eligió a Eurídice. La felicidad de la pareja no duró mucho; un día, cuando huía de la persecución de Aristeo, fue mordida en el talón por una serpiente y murió. Desesperado por su ausencia, Orfeo desciende a los Infiernos en su búsqueda. Su canto logra acallar al perro Cerbero y conmueve a las divinidades infernales, quienes le autorizan a llevarse a Eurídice con la condición de que no se vuelva para mirarla antes de haber alcanzado la luz del día. Cuando ya se acercaban a la claridad, la incertidumbre y la ansiedad lo invadieron, y Orfeo no pudo resistir la tentación de darse la vuelta. En ese momento Eurídice desapareció y la perdió para siempre. Inconsolable, el músico se retiró a los helados y solitarios parajes de Tracia. Pero las mujeres del país, considerándose menospreciadas por él, despedazaron su cuerpo y dispersaron sus miembros en una orgía nocturna en honor de Dionisos (en otra versión esta violenta muerte a manos de la Ménades o Bacantes es debida a que Orfeo ha descuidado el culto a Dionisos en favor de Apolo). Su cabeza, transportada por las olas del Hebro, continuaba llamando a Eurídice.
Más fundamental que estos episodios de su vida es su condición de teólogo, debido a los numerosos escritos religiosos atribuidos a él por los órficos. El orfismo no rinde culto a Orfeo, sino que consideran a esta figura mítica como el fundador de sus doctrinas. Estas doctrinas parten de ciertas especulaciones teo-cosmogónicas y antropogónicas y tendrán gran influencia en el pensamiento de los pitagóricos y Platón.
En su teogonía aparece Dionisos, hijo de Zeus y Perséfona, conocido también con el nombre de Zagreo, el dios de lo profundo. Los malignos Titanes, enemigos de Zeus, se acercaron con engaños a Zagreo, inducidos por Hera. Ganaron su confianza a fuerza de regalos, y en un momento que estaba contemplándose en el espejo que le habían regalado, se abalanzaron sobre él. El dios logró escapar de sus manos a fuerza de metamorfosis, hasta que, por último, habiendo revestido la forma de un toro, fue dominado, descuartizado y devorado por los furiosos Titanes. Sólo el corazón del dios logró ser salvado por Atenea; ésta se lo llevo a Zeus, quien se lo comió. De él nació el nuevo Dionisos, hijo de Zeus y de Sémele, reencarnación de Zagreo. Los Titanes son exterminados por Zeus mediante un rayo; de sus cenizas nace el género humano, en el que la bondad, herencia de Dionisos-Zagreo, se mezcla con la maldad heredada de los Titanes. Esta mezcla prescribe al hombre el camino que debe seguir. Debe procurar liberarse del elemento titánico, para retornar en toda su pureza a lo que de divino hay en él. Esta distinción entre lo divino y lo titánico se expresa popularmente en el dualismo alma y cuerpo. Según la doctrina órfica, el hombre debe tender a liberarse de las ataduras del cuerpo que pesan sobre el alma como la cárcel sobre el preso. La muerte no trae consigo necesariamente esta liberación, pues el alma puede ser atraída a un nuevo cuerpo. Las almas peregrinan así de cuerpo en cuerpo -animal o humano- en el largo "ciclo de la necesidad". Esta continua transmigración del alma, esta rueda de nacimientos aparece en la poesía órfica como una eterna repetición sin meta alguna.
Sin embargo, hay una posibilidad de escapar a este círculo que mantiene al alma en una existencia terrenal indigna de ella. Este camino de salvación es el que ofrece el orfismo mediante la iniciación en los misterios y la observancia de las normas y ritos de la vida órfica. La condición fundamental es el ascetismo. Sólo mediante el completo desprecio hacia la existencia terrena, hacia todo lo que ata al hombre a la vida mortal y a la corporeidad, puede el alma alcanzar la purificación (catarsis) y escapar a esta terrible cárcel.
Luego, con los pitagóricos y Platón, se pasa a considerar como principal vía de purificación, la iniciación a la ciencia y a la contemplación filosófica.

3. ¿Qué contraposición entre heracliteanos y eleatas establece Platón en estos textos? ¿Qué opción toma él?

«En algún lugar dice Heráclito que todo se mueve y nada permanece, y, comparando las cosas con la corriente de un río, dice que en el mismo río no nos bañamos dos veces». (Platón, Cratilo, 402a)
«Pero por poco me olvido, Teodoro, que otros a su vez han declarado lo contrario que aquéllos, como por ejemplo "inmóvil es el nombre para todo ser" y cuantas otras cosas Meliso y Parménides afirmen con fuerza oponiéndose a todos ellos, asegurando que todo es uno y permanece estable idéntico a sí mismo, en sí mismo, careciendo de lugar en el cual se pudiera mover». (Platón, Teeteto, 180d-e)
«Pero si los partidarios del Todo <inmóvil> nos parecen que dicen cosas más ciertas, buscaremos refugio junto a ellos, apartándonos de los que mueven las cosas inmóviles». (Teeteto, 181a)

4. Pon el nombre del filósofo presocrático al que corresponden las siguientes teorías:

El impulso que da lugar a la reunión y dispersión de las semillas proviene del "Noûs" (Inteligencia).
El Logos es la norma que todo lo regula, por lo que su comprensión permite comprenderlo todo.
Hay que atenerse a la verdad de la razón, pues el testimonio de los sentidos tiene carácter ilusorio.
Los elementos originarios son la tierra, el agua, el aire y el fuego.
Es necesario afirmar el vacío, pues la existencia del movimiento y de lo múltiple implican la existencia del no-ser.
Es necesario negar la multiplicidad y el devenir, pues implican la existencia del no-ser.
El Amor y el Odios son las fuerzas ciegas que regulan las mezclas y separaciones de los elementos.
No hay ninguna fuerza que regule el movimiento de los átomos.
Su concepción de la fuerza originaria le acerca a una concepción teleológica de la naturaleza.
La oposición es justicia y todo llega al ser por ella; de aquí que el hombre deba tomar conciencia de que está atrapado entre extremos opuestos.

5. Detecta los errores contenidos en las siguientes afirmaciones:

1.- Los llamados milesios buscaron el arché en algún tipo de principio formal, a diferencia de los pitagóricos que se preocuparon por el origen material del cosmos.
2. - El interés de los pitagóricos por los números responde a una concepción de la filosofía interesada únicamente en la investigación natural.
3.- Según Parménides a partir del Ser uno se genera la multiplicidad y el devenir de las cosas.
4.- En la base de todo el sistema de Pármenides se encuentra una rigurosa aplicación del principio de no contradicción, que le lleva a afirmar que la coincidencia de los opuesto es la ley que todo lo rige.
5.- Empédocles aceptó el hilozoísmo de los milesios, y por ello afirmó la existencia de dos fuerzas que provocan la mezcla y separación de los elementos.
6.- Demócrito acepta la tesis de Parménides según la cual la realidad del movimiento supone la afirmación del no-ser; por ello niega la existencia del vacío como condición de posibilidad del devenir de los átomos.
7.- Demócrito, que mantenía una concepción teleológica de la physis, sostenía que el devenir de los fenómenos era fruto de los choques de átomos, lo cual le llevó a postular la existencia del vacío.

 

Sofistas


6. «La palabra es una gran dominadora, que con un pequeñísimo y sumamente invisible cuerpo, cumple obras divinísimas, pues puede hacer cesar el temor y quitar los dolores, infundir la alegría e inspirar la piedad (...) La persuasión, unida a la palabra, impresiona al alma como ella quiere (...) Tal como los distintos remedios expelen del cuerpo de cada uno diferentes humores, y algunos hacen cesar el mal, otros la vida, así también, entre los discursos algunos afligen, y otros deleitan, otros espantan, otros excitan hasta el ardor a sus auditores, otros envenenan y fascinan el alma con convicciones malvadas». (Gorgias, Elogio de Elena)

  • ¿Cuál es la tesis defendida en el texto?

7. «Yo, efectivamente, digo que la verdad es como lo tengo escrito: cada uno de nosotros es, en efecto, medida de lo que es y lo que no es. Pero entre unas y otras personas hay una enorme diferencia precisamente en esto, en que, para unos, son y aparecen unas cosas y, para otros, otras diferentes. Y estoy muy lejos de decir que no exista la sabiduría ni un hombre sabio; al contrario, empleo la palabra "sabio" para designar al que puede efectuar un cambio en alguno de nosotros, de tal manera que, en lugar de parecerle y ser para él lo malo, le parezca y sea lo bueno. (...) Recuerda, por ejemplo, lo que se decía anteriormente, que a la persona que está enferma lo que come le parece amargo y es amargo para ella, mientras que a la persona que está sana le parece lo contrario y así es para ella. Pues bien, no es necesario ni es posibleatribuir mayor sabiduría a una que a otra, ni hay que acusar al que está enfermo de ignorancia por las opiniones que tiene, como tampoco puede decirse del que está sano que sea sabio por opinar de otra forma. Pero hay que efectuar un cambio hacia una situación distinta, porque una disposición es mejor que la otra. Esto es lo que ocurre también en la educación, donde el cambio debe producirse de una disposición a la que es mejor. Ahora bien, mientras que el médico produce este cambio con drogas, el sofista lo hace por medio de discursos». (Platón, Teeteto, 166d-167a. El Sócrates platónico simula un discurso de Protágoras)

  • ¿Por qué puede parecer que Protágoras niega la sabiduría? ¿Qué entiende él por sabio?

8. «Si para cada uno es verdadero lo que opine por medio de la percepción y una persona no puede juzgar lo experimentado por otra, ni puede tener más autoridad para examinar la corrección o la falsedad de la opinión ajena, y, según se ha dicho muchas veces, sólo puede juzgar uno mismo sus propias opiniones, que son todas correctas y verdaderas, ¿en qué consistirá, entonces, la sabiduría de Protágoras? (...) Pues dedicarnos a examinar e intentar refutar los pareceres y las opiniones de unos y otros, teniendo en cuenta que son siempre correctas las de cada uno, ¿no es una tontería de las más grandes y sonadas que puede haber (...)?» (Platón, Teeteto, 161d-162a)

9. «Protágoras afirmó que el hombre es la medida de todas las cosas, que es como decir que lo que opina cada uno es la pura verdad; pues, si es así, resulta que la misma cosa es y no es, y es mala y es buena, y así lo demás que se dice en los juicios contradictorios, ya que muchas veces a unos les parece que una cosa determinada es hermosa y a otros lo contrario, y la medida es lo que le parece a cada uno». (Aristóteles, Metafísica, 162b)

  • ¿Cuál es la crítica que dirigen Platón y Aristóteles al sofista Protágoras?

10. Detecta los errores contenidos en las siguientes afirmaciones:

1.- El relativismo de los Sofistas fundamenta la existencia de una ética universal.
2.- Los Sofistas defendían el relativismo y la inmutabilidad de los valores morales.
3.- Que el hombre sea la medida de todas las cosas, significa para Protágoras que es posible alcanzar, más allá de las múltiples opiniones, una verdad por todos reconocida.
4.- Según los Sofistas, la Retórica, en cuanto arte de la persuasión y del dominio de los hombres, no puede situarse en la cima de los saberes, pues no se ocupa de la verdad.
5.- Sócrates afirma que sólo mediante la inducción, es decir, elevándonos de lo particular (objeto de la razón) al concepto universal (objeto de la sensibilidad) es posible el verdadero diálogo, la verdadera ciencia.
6.- Sócrates defiende que el que actúa mal lo hace voluntariamente; de ahí que su postura sea calificada como intelectualismo moral.
7.- Para Sócrates, la búsqueda del saber es, en cierto modo, una cuestión religiosa, ya que siendo la raíz del mal la ignorancia, al eliminarla purificamos el alma; esto explica la razón por la que separa tajantemente la cuestión de la sabiduría de la cuestión de la virtud.